Manuel Iglesias Otero
Nace en 1953 en Xondo – Touro (A Coruña). Participa a los diez años en un concurso de dibujo organizado en Vigo por una caja de ahorros, y, a los diecisiete, se instala en Barcelona. El panorama artístico de esta ciudad, unido a pequeñas estancias en localidades francesas, Madrid, Figueras… conforman su vocación de pintor.
Después de un largo andar artístico, organiza en Girona una exitosa muestra de su obra, que recuerda como la primera exposición pública seria de su carrera. Sobre ella ponen su atención todos los medios informativos de la ciudad, registrando diversas críticas que podemos resumir en:
Marta Déu y J.V.G.: “Su obra evidencia su gran capacidad creativa en estilos muy distintos y exigentes. Nos muestra la base de una formación académica con una profundidad seria y consciente de quien sabe que el arte es ante todo trabajo”.
Aluden, asimismo, a sus portentosas dotes de dibujante, y señalan que “en las obras expuestas se detecta una intención de dejar la figuración para derivar en una pintura subjetiva, a caballo entre el idealismo y la imaginación, para crear nuevas formas visuales en las que la fuerza del color lo invade todo; y acaban asegurando que es un perfecto conocedor de las interioridades del mundo artístico, con un horizonte suficientemente amplio como para explicar el qué y el porqué de su pintura fundamentalmente bien hecha, cuidadosamente elaborada, y con una proyección que nos parece perfecta y nos abre interesantes horizontes a nuestras propias expectativas sobre la pintura”.
Años después, Carmen Simón escribiría: “En todas sus obras encontramos la esencia humana de la libertad, sin medidas ni coacciones, a pesar de estar apresados en la propia realidad. Los seres humanos, en su debilidad, hacen de Xondo un protector de su propia creación. Simboliza con billetes de banco auténticos -sin precedentes, por cierto, en la historia de la pintura- el mundo material unido por un cordón umbilical invisible al mundo espiritual, recreado a través de la maternidad o el cristianismo”.
Y Corral Díaz: “La obra de Xondo se concibe como una mirada a la libertad del ser humano. Cada observador verá en las diferentes verdades encubiertas, fruto de la experiencia del artista y de su imaginación, un momento de su propia vida. La interpretación y la valoración sólo pueden realizarse después de contemplar el total de la obra, sin prisa y con delicadeza”.
Estas últimas palabras también retratan el Xondo actual, que todavía afirma que ni las más bellas ideas le merecen respeto si esclavizan al individuo lo más mínimo, y que su obra es el manifiesto de sí mismo. Sintetiza su primero periodo cronológico en una obra titulada “Tercera Edad”, de un dibujo inmejorable. Esta obra será subastada más tarde por la sala Durán de Madrid, cuando su autor apenas cuenta con treinta años. Este acontecimiento, unido a otras obras que catalogará posteriormente en la misma sala Durán, la sala Berkowitsch, etc., lo recuerda Xondo como uno “casi nada”, al ver su nombre impreso con el de Rivera, Picasso, Dalí, Goya, Laxeiro
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