Eduardo R. Osorio
Eduardo Rodríguez Osorio nace el 5 de marzo de 1920 en un valle que se extiende al pie de Nosa Señora do Faro, en la pequeña aldea “Esmeriz”, de Chantada, la de la muñeira bien acogida en la sombra de sus castañales. Desde aquella Sierra (tierras de Lugo) se atalayan próximas las de Orense, Coruña y Pontevedra. Vale tanto como decir que es artista entrañado, desde su origen, en el corazón de Galicia.
Aquella Sierra que en palabras del propio artista, “conocía palmo a palmo”, en la que Eduardo niño había pastoreado vacas y rumiado sueños artísticos. Los recuerdos de aquellos años, y en sus aficiones en el tallar la dura granito-piedra que en aquel monte había, los describía Osorio con la natural morriña al adobarlos con el sabor y el olor a las viandas y empanadas que se comían en la romería, y luego en las diversiones y las muñeiras que allá arriba bailaban los romeros en la festividad de la Virgen, Nuestra Señora del Faro. Tiempo más tarde, ya siendo estudiante recorrería esos parajes estudiando cuidadosamente esos trozos de granito que le inspiraban como materia escultórica. …”Yo no podría hacer mi trabajo sin sentirlo, en mi obra domina lo gallego porque eso soy yo, un fuerte tirón gallego, llevo esa pegadura a la tierra y aunque no quiera a veces en las esculturas de tipo libre, nunca en el retrato, se refleja esa morriña. El gallego es un hombre encerrado en sí mismo y también lo reflejo”.
El arte tiene una expresión familiar en el apellido del artista. Miembro penúltimo de una humilde familia de once hermanos, creció en un ambiente de unión y trabajo. Como él mismo dijo, “hasta los quince años no conocía nada de arte, nada de pintura, nada de escultura”. Trabajando en el taller familiar comenzó lo que más tarde será su vocación y dedicación, la escultura. Dada su profunda inclinación por la talla y el modelado, sus hermanos deciden enviarle a la Escuela de Artes y Oficios. Y así, a los dieciocho años se fue solo a Santiago de Compostela a matricularse en dicha Escuela con el fin de perfeccionar los conocimientos que sus hermanos carpinteros y ebanistas le habían enseñado. En dicha ciudad fue donde decide dedicarse al estudio de las Bellas Artes. Los estudios que allí realizó se relacionaban con el dibujo artístico y lineal, y la talla en madera. Durante aquellos años convivió en pensiones y en la vida cotidiana con estudiantes de diferentes carreras, y debido a que su preparación cultural era escasa, se vio obligado a alternar su vocación con el estudio del bachillerato. … “El año 1940 lo pasé en Santiago de Compostela y la añoranza de aquellos días me hace sentir y recordar mis primeros estudios y de mis buenos amigos y profesores: Asorey, Ángel Robles, del Río,…, sin olvidarme de mi distinguido amigo e iniciador de mis primeros pasos, Manuel Beiras García”.
Sus profesores vieron a través de sus trabajos que debía continuar ese camino, y aconsejado por ellos, decidió realizar los estudios superiores de Bellas Artes. De allí, e impulsado por vocación decidida, fue a Madrid, en 1943, a matricularse en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, pensionado por la Diputación de Lugo. Traía el rapaz enjundia y la savia de su tierra chantadita que hace fecundos los campos y generosas a las gentes. Superadas las pruebas de ingreso, cursó los cinco años oficiales en la sección de escultura obteniendo el Premio Extraordinario de dibujo en un concurso entre alumnos de la promoción “Carmen del Río”. El estudio perfeccionó las nativas disposiciones y consiguió desvelar las del dibujo, la pintura y especialmente la escultura. Aquí frecuentará el taller del inolvidable aguafuertista Manuel Castro Gil. Ya finalizados los estudios anteriores fue seleccionado para disfrutar de una beca con el fin de cursar los estudios de Imaginería Religiosa en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, se Sevilla, donde cursó estudios relacionados con la mencionada sección por espacio de dos años. En el año 1948, para conmemorar el X aniversario de la fundación de dicha Escuela se organizó una exposición de obras de sus antiguos alumnos y el Ayuntamiento de Sevilla concedió el premio del certamen al pensionado Rodríguez Osorio, por su obra “Retrato o Meu Pai”, esculpida en granito piedra, que en su ansia artística buscó esa materia de difícil ejecución allá por la Sierra del Faro, en la que cinceló el busto de su padre.
En 1949 le fue concedido el primer premio de escultura por la obra titulada “San Francisco” en la exposición de arte “Educación y Descanso” celebrada en Lugo. Ese mismo año, se le prorrogó la beca dos años más y vuelve a la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando estudiando con el pontevedrés Alfonso Quinteiro y con el vigués, Jesús Valverde, trío que recibió el nombre de “Triunvirato Gallego”.
En 1952, la Diputación de Lugo le concedió una subvención extraordinaria para ampliar estudios en París y países de Europa Central, donde se orientaría de las distintas tendencias y aprendería de los grandes maestros como Auguste Rodin, Antoine Bourdelle,… En tierras de España y de Europa afinó su sensibilidad, observando sin prejuicios.
Pocos años más tarde comenzará a impartir clases por diferentes Institutos de Enseñanzas Medias: Ribadeo, Betanzos, Ávila, para finalmente otorgarle la cátedra de dibujo en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, donde se jubiló. En 1962 recibió el premio de Artes Plásticas por la obra titulada “Cabeza de Mujer” reflejo de la de su esposa. Durante esos años de enseñanza y tras jubilarse no dejó de trabajar en su estudio-refugio, “mi inquietud es el trabajo y la superación. Todas las obras las dedico al arte y pienso que es preciso dejar una huella en esta vida…”, “la escultura es mi vida y el artista suele crecerse ante lo difícil. Cada obra mía es una experiencia, mis obras son un trozo de camino que cubro”. Eduardo Rodríguez Osorio falleció en Madrid el 25 de febrero de 1995.
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